domingo, 30 de diciembre de 2007

BRINDIS FIN DE AÑO


Faltan horas para que termine este año y comience otro. En estos días es ya costumbre el encontrarnos con programas que hacen un resumen de los acontecimientos más destacados del año. A mi me recuerda la historia que nos contaban en el colegio en la clase de religión hablando de lo que supuestamente pasa cuando morimos, que nos hacen un recuento de todo lo bueno y todo lo malo que hemos hecho durante nuestra vida y dependiendo del lado del que se incline la balanza iremos al cielo o al infierno.

A mi hoy me apetece hacer un pequeño balance de este año, una especie de recordatorio de lo que ha sido mi vida durante estos meses. El 2007 ha sido un año repleto de desencantos, de esfuerzos… pero también de alegrías. Hace unos meses perdí a mi perrita Lana que durante dieciséis años me ha acompañado, pero también encontré a mi amiga Aurora que casi desde esa fecha no ha dejado que me sienta sola ni un solo día. El año pasado, cuando al son de las campanadas trataba de engullir a toda prisa las doce uvas sin atragantarme mi deseo era tener fuerzas y voluntad para continuar con la dieta hipotóxica que había comenzado un mes atrás para limpiar mi cuerpo y enfrentar el SFC, trastorno que junto con la FM lleva años obligándome a tomar caminos que yo no había previsto. Mi petición al nuevo año era solo eso, voluntad y fuerzas para acomodar mi vida a las limitaciones que cada vez me imponían más mis compañeros invisibles para el resto del mundo, aunque no para mí y la gente cercana a mí. Conforme trascurrían los días he tenido que ir asumiendo que no volvería a mi trabajo, que no volvería a ser ya la persona que una vez creí ser, que mis fuerzas y energía en vez de aumentar van disminuyendo…

Asumir esto me ha traído muchas lágrimas, muchos momentos en los que la desolación me ha ganado terreno. Acaba el año y yo ahora sé que mi vida ha dado un giro de noventa grados aunque no sé en que dirección irá al comienzo de este nuevo. Antes, durante bastante tiempo, me inquietaba mucho el encontrar el verdadero sentido de mi vida. Ahora solo me dejo fluir, no veo tan importante saber cual es la meta, solo intento disfrutar recorriendo el camino. Camino que a veces es difícil pero aun así trato de aprender día a día a hacerlo mas llevadero, me recuerdo a cada momento que si lo hago con una sonrisa seguro que me sentiré mas feliz.

Así que mañana noche, cuando me tome las uvas de nuevo tengo muy claro cual va a ser mi deseo. Cuando brindemos, al chocar mi copa con las de mis hijos y mi marido, pediré que el año 2008 me traiga al menos las mismas bendiciones y enseñanzas que este, y sobre todo pediré mucha fuerza y claridad mental para saber apreciarlas y aprovecharlas.

Y por supuesto también brindaré por todos vosotos, los que haceis un alto en el camino y os refugiais por unos momentos en mi jardín.

jdiana

domingo, 23 de diciembre de 2007

ABRE LOS BRAZOS...


Cuando llega el otoño los árboles pierden sus hojas, los humanos perdemos a nuestros seres queridos...es tiempo de renovación, algo se va, algo viene. Lloremos las pérdidas y abramos los brazos para recibir lo nuevo. La vida es un ciclo, una rueda, donde los sentimientos se entremezclan, las penas y las alegrías cabalgan juntas y a veces cuesta distinguirlas, separarlas. Quizás no pueda hacerse, quizás la pena y la alegría tengan que convivir. Quizás sin pena no haya alegría, quizás sin sombra no haya luz. Después de la lluvia siempre sale el sol, y a veces podemos disfrutar de un bonito arco iris de colores. Abramos nuestro corazón, y aunque nos cueste, dejemos que la lluvia nos empape hasta los huesos, que después saldrá el sol y nos secará una vez más. Abramos bien los ojos y contemplemos los colores del arco iris, disfrutemos de un nuevo día.

jdiana




lunes, 17 de diciembre de 2007

SE ACERCA LA NAVIDAD


Los escaparates de las tiendas se engalanan, las calles resplandecen con la multitud de pequeñas bombillitas de colores que cuelgan de una fachada a otra y por doquier te encuentras bonitos adornos multicolores que nos recuerdan que faltan días para la Navidad. Los supermercados están a rebosar y la gente se afana por llenar los carros de comida y regalos. Todo tiene un tinte de fiesta y celebración. Todo tiene un tinte especial. El típico anuncio del turrón que vuelve a casa por navidad nos recuerda que son días para estar en familia, para celebrar con los seres queridos. En enero, la euforia habrá pasado, la alegría se habrá gastado y muchos se encontraran que la cuesta de enero pesa más de la cuenta. Nos daremos cuenta de que nos hemos dejado arrastrar, un año más, por la euforia del consumismo. Habremos pasado ratos buenos y quizás otros no tan buenos acordándonos de los que nos faltaban.

Cuando salgo a la calle de noche, envuelta entre todo el encanto recreado por las luces, no puedo evitar acordarme de aquellas navidades de mi infancia, cuando aún no habíamos olvidado el verdadero espíritu de la navidad, cuando la celebración no era comer los manjares mas caros ni gastar más de lo que nuestros bolsillos nos lo permitían, ni gastar en alumbrar pueblos enteros gastando una energía que no podemos recuperar. La celebración era entonces estar toda la familia juntos, cantando villancicos acompañados de una pandereta alrededor de una mesa camilla con brasero de picón donde el único lujo era un plato con unos cuantos mantecados y una peladillas y una copitas servidas de una botella de Anís el Mono. Celebrábamos el nacimiento del niño Jesús y lo que esto representaba: la esperanza y el amor.


jdiana


domingo, 16 de diciembre de 2007

UN RINCON DE MI JARDIN DEDICADO A ANTEQUERA, CIUDAD DE ARTE


Yo nací en un lugar maravilloso, una ciudad en el corazón de Andalucía. Es una tierra con gran caudal histórico y artístico, no en balde se la denomina Antequera, ciudad de arte. Es cuna de grandes artístas y una tierra fertil y regada por el sol de Andalucía. Yo adoro este lugar, por eso quiero dedicarle en mi jardín un rinconcito desde donde poder darlo a conocer y compartirlo con todo aquél que me visite. Desde aquí ire contando historias de sus lugares, de sus gentes... y espero que las disfruteis y os animeis a visitar la ciudad de la que nunca me marcharía.

jdiana

jueves, 13 de diciembre de 2007

LA MAGIA DE LA ALEGRIA


Llevaba días intentando encontrar una foto de las bailarinas del Circo del Sol porque sentía la necesidad de pintarlas. Busqué por la red pero no encontraba lo que yo quería.

Esta mañana, como casi todas desde que entré la primera vez en el blog de mi amiga y vi el video que me enganchó, nada más levantarme y mientras me preparaba el café y mi pastillita para poder desencajarme un poco, le he dado al botón del ordenador para que se fuese encendiendo con la intención de escuchar “Alegría”. Antes de que me diera tiempo a ponerlo me ha dicho mi marido en plan de mofa: “¿porqué no pones esa que hace días que no escuchas? A los pocos segundos todo mi ático se ha inundado con la alegría inconmensurable que me levanta el corazón.

Mi hijo se estaba preparando el desayuno para irse a trabajar y andaba por aquí. Yo le he comentado mi intento fallido de encontrar una foto de lo que quería pintar y le he preguntado si habría una forma de poder rescatar una foto del video. El me ha contestado que no sabía cómo. Yo he seguido cantando y sintiendo mi corazón latir fuertemente al son de la música. De pronto, a mitad de la canción, que escuchaba por tercera vez, la música se ha parado, me acerco al ordenador y veo que el video se ha quedado pillado, pero no en cualquier imagen, sino en la que yo llevaba días intentando encontrar. No sé como, mi hijo se ha acercado y en unos segundos ha conseguido copiarla y pegarla y me la ha imprimido. Es perfecta, exactamente lo que quería plasmar en el lienzo, que estaba en el caballete esperando que comience a mancharlo. Hoy mi corazón reboza de ALEGRIA. Recuerdo una frase de Paulo Coelho que dice: “Cuando deseas algo todo el universo confabula para que lo consigas”. Hoy, como en tantas ocasiones, he comprobado que es verdad, que la magia existe, solo tienes que creer en ella.

jdiana

miércoles, 12 de diciembre de 2007

LAS ENSEÑANZAS DE KRYON - QUIÉN Y EL GRAN VIENTO


Dios nos ha prometido que cumplir con "nuestro con­trato " significa vivir nuestra pasión. También significa que estaremos en el lugar correcto en el momento adecua­do para todo lo que hemos planificado para nosotros mis­mos en esta vida. Esta es una historia que puede que les haga pensar dos veces sobre lo que ustedes creen que es "el lugar correcto en el momento adecuado."

Quién es un nom­bre que damos a ese humano que camina sobre el pla­neta. Quién no tiene la intención de representar a un hombre o a una mujer, pues cuando ustedes no están aquí no son ni lo uno ni lo otro. Pero para el propó­sito de esta historia y para facilitar la traducción Quién será un hombre. Y el título de esta historia y de este viaje es "Quién y el gran viento".

Quién era un individuo iluminado. Vivía en una isla muy pequeña, junto con otras gentes. Llevaba una buena vida, pues estaba realmente en el camino espi­ritual. Podríamos llamar a Quién un guerrero de la luz, pues de hecho meditaba y seguía a Dios. Tenía hijos exquisitos a los que enseñaba la esencia de Dios a través de su amor. Quién era muy querido por sus vecinos, pues todos reconocían que se trataba de un buen hombre. Así pues, nos lo encontramos viviendo en la isla, donde Quién decía diariamente: "Oh, Dios, te amo. Deseo tanto cumplir con mi contrato, estar en el lugar correcto y en el momento adecuado. Eso es lo que deseo".

A medida que Quién progresó en su vida, año tras año, bajando diariamente a la playa, y con el sonido del oleaje en sus oídos, se acercaba todo lo que podía al agua sin mojarse y allí se sentaba. Entonces decía:

"Oh, Dios, sitúame justo allí donde pertenezco. No me importa que eso me aleje de aquí. Deseo estar en mi lugar dulce, en mi contrato." Como pueden ver, Quién hacia todo esto correctamente y era muy hon­rado por ello. Quién también decía: "Y en esta Nueva Era, oh, querido Dios, hay algo que realmente me gustaría recibir como don. Sé que hay muchos que nunca lo consiguen, pero si es apropiado, permíteme que vea a mis guías. Aunque sea sólo una vez". Ahora conocen, pues, el funcionamiento interno de la vida de Quién y de su mente. Ese era Quién.

A la isla se acercó una tormenta de una gran fero­cidad. Quién se asusto, pues parecía como si aquella tormenta fuera a pasar justo sobre su casa. En cientos de años nunca se había producido una tormenta como ésta, pues era realmente grande. A medida que se aproximaba, fueron muchos los que abandonaron la isla. Pero Quién se quedó en ella, sabiendo muy bien que estaría en el lugar correcto y en el momento adecuado, tal y como había cocreado él mismo. Quién esperaba que el viento cambiara milagrosa­mente de curso en cualquier momento. Pero no fue así. En lugar de esto, no hizo sino empeorar y empe­orar. Todos se encerraron en sus casas y se les dijo:

"No salgan al exterior. Sufrirán daños si lo hacen".

Así pues, la gente se quedó en sus casas y observaron los vientos que llegaban y las aguas que se elevaban. Vieron cómo empezaban a desintegrarse fragmentos de sus casas, y experimentaron mucho temor. Pero Quién guardó silencio. Ya no hablaba más con Dios, porque se sentía enojado con él. De hecho estaba loco, pues tenía la sensación de haber sido traicionado.

-He pedido una cosa durante muchos años, y ¿cómo es que cuando llega el momento no la obten­go? -dijo Quién.

Y los vientos se hicieron más fuertes y Quién esta­ba cada vez más enfadado.

-¡Dios no nos ha sacado a mí y a mi familia de este sitio inadecuado! -gritaba Quién desesperado al oír y sentir como el porche de la parte posterior de su casa se separaba del resto del edificio. Entonces hubo un apagón. Quién oyó a los camiones que iban por la calle recogiendo a la gente. Los altavoces anunciaban:

En sus casas ya no están seguros. Suban a estos camio­nes mientras puedan. Vamos a evacuarles a la escuela, que es un edificio sólido. Allí encontrarán abrigo seguro.

Los grandes camiones recorrieron las calles para recoger a todas las personas de la isla y llevarlas a las diversas escuelas e iglesias. Quién terminó por hallar­se en una de las escuelas más grandes, que se encon­traba cerca de su casa. El y su familia se mantuvieron abrazados durante el corto viaje entre el camión y la escuela, con muchos otros vecinos, luchando contra el viento y la fuerte lluvia para llegar a la entrada del edi­ficio. Una vez dentro, miró las caras mojadas de sus vecinos, pálidos y temerosos; pero en los ojos de Quién sólo había enfado con Dios por encontrarse en tal situación. Bajaron todos por las escaleras hacia el sótano del gran edificio. Mientras se acurrucaban en el sótano, donde creían estar más a salvo, la energía eléctrica también falló allí, y se quedaron a oscuras. Se sacaron las velas, pero entonces empezó a entrar el agua, y los vientos empezaron a desgarrar la fibra misma del cemento de la escuela. Empezaron a escu­charse los gemidos del cemento y de la madera que se requebrajaban. Se abrazaron los unos a los otros, en la oscuridad, aterrorizados, sin producir ningún sonido.

Entonces Quién llegó a una conclusión insólita. Se dio cuenta de que no tenía miedo. Se sentía muy encolerizado, pero no tenía miedo. Miró a su alrede­dor y vio a los que se abrazaban en los pasillos, con el agua hasta los tobillos, helados, sin ningún calor ni luz, puesto que las velas sólo duraron una hora. También observó su terror. Pues fueron muchos los que aquella noche sintieron que todo el grupo iba a morir. ¿Cómo podía ser de otro modo, si se les había dicho que el ojo del huracán no estaba sobre ellos y que debían esperar algo todavía peor. Si la escuela se desintegraba, seguramente se encontrarían a merced de aquellos elementos, del viento y de la lluvia. Ninguno de los humanos que se encontraban allí aquella noche había experimentado antes el poder de la naturaleza tal como lo estaban viviendo entonces.

Quién se levantó del lugar donde había estado sen­tado, sumido de ira. Abrazó a su familia y dijo:

—Aquí hay trabajo que hacer. Estaréis a salvo. Miró a sus hijos a los ojos y les dijo:

—Mirad, no hay ningún temor en mis ojos, pues se me ha prometido que estaremos a salvo.

Luego Quién se alejó y empezó a ir de un vecino a otro, de un grupo a otro. Les habló de su amor por Dios y les dijo que Dios nunca le había fallado. Les aseguró que estarían a salvo, y les impartió el amor que sólo puede proceder de un ser humano iluminado. Al alejarse de cada grupo se daba cuenta de que el temor también les abandonaba y que ahora se sentían llenos de esperanza como si se hubiera disipado una nube oscura. Algunos de los grupos empezaron a entonar canciones, de modo que en lugar del más puro temor y del silencio de antes, eso se vio sustituido por el soni­do de los cánticos. Algunos de los grupos empezaron a reír mientras contaban historias humorísticas que les habían sucedido en sus vidas, con lo que el temor dis­minuyó aún más. El temor desapareció.

Quién, mientras, iba de un grupo a otro, realizó su trabajo durante toda aquella noche. Y como por una especie de milagro, el ojo de la tormenta nunca llegó a ellos. En lugar de eso, la tormenta invirtió su curso y siguió su camino, disminuyendo lentamente de intensidad, en lugar de intensificarse. Así que, aproxi­madamente cuando Quién terminó de realizar su tra­bajo, la tormenta ya se había reducido lo suficiente como para que se les diera la noticia de que ya podía regresar a sus casas en los mismos camiones que les habían traído a la escuela. El sol empezaba a salir, y Quién se dio cuenta entonces de que habían perma­necido allí toda la noche. Al salir al exterior compro­baron que los vientos habían desaparecido casi por completo. ¡Qué rápidamente se había retirado la tor­menta! Los pájaros volvían a cantar y el sol salía de nuevo, y las gentes regresaron a sus casas. Oh, y algu­nos de ellos tuvieron mucha pena, pues sus casas habían quedado destruidas. Y, oh, sí, Quién se encon­tró entre aquellos de sus vecinos que comprobaron que el techo y el porche de su casa habían desapareci­do y que el agua había entrado y les había estropeado muchas cosas.

martes, 11 de diciembre de 2007

RECUPERANDO LA ALEGRIA


Cuando somos niños a todos nos atrae la magia del circo y yo no era una excepción. En cuanto ponían los carteles anunciando la llegada de alguno a la ciudad esperaba con entusiasmo el día en que pudiera reírme con los payasos pero sobre todo, lo que a mí me transportaba y encendía mi imaginación eran los trapecistas. Me soñaba subida allí arriba en los trapecios, volando por el cielo al compás de la música, bajo las luces brillantes y coloridas que ayudaban a crear una atmósfera de ensueño. Al transcurrir los años y mientras que mis hijos fueron pequeños cada vez que había ocasión los llevaba para compartir con ellos esos momentos maravillosos. Ahora mis hijos son mayores, han crecido y a mi se me había olvidado la magia del circo. Hace un par de meses una persona digna de ser llamada la mejor amiga que se puede tener me brindó la oportunidad de reencontrarme con aquella magia olvidada. Tiene en Internet un blogs y en él enlaces a su música preferida. En el primero que pinché fue en el del Circo del Sol. Es imposible describir con palabras lo que sentí aquel día. Entre luces multicolores, en medio de un espacio irreal, una bailarina caracterizada como una muñeca, vestida con un miriñaque y totalmente de blanco, con movimientos pausados, como si de una marioneta se tratase, cantaba la canción “alegría”. Se deslizaba por una pista llena de payasos, malabaristas, trapecistas, cantantes, músicos… y rodeada de bailarinas de trajes blancos y vaporosos que se movían al compás de la música. Abajo, miles de espectadores repetían y coreaban con ella “Alegría”. Ningún circo que yo haya visitado nunca llenó jamás mi corazón de este sentimiento, una sensación de que mi corazón brinca y canta con ellos. Desde entonces, cada día y varias veces, entro y le pico al enlace y me uno al séquito que se desliza por la pista del Circo del Sol dejando que mi corazón se impregne de ALEGRIA, una alegría luminosa y vibrante que desde que conocí a mi amiga no me ha faltado y que quiero compartir con todo aquél que entre en mi jardín.

jdiana

viernes, 7 de diciembre de 2007

PARA ROB


Aunque te hayas ido fisicamente yo estoy segura de que siempre estarás con nosotros. La fuerza de tu espiritu nos ha calado tan hondo que tus palabras simpre estarán aquí, por los rincones de este jardín. Has levantado el vuelo y te has ido pero no vas solo, nuestros corazones te aconpañan.

jdiana

miércoles, 5 de diciembre de 2007

PAPA, NOSOTROS ¿ QUE SOMOS?


A orillas de un mar generoso se extendía un pequeño pueblo, de casas blancas y pequeñas. Sus habitantes eran gente humilde que vivía de lo que el mar les brindaba. Por las mañanas, antes de que saliese el sol, deslizaban sus barcas hacia las entrañas del océano y volvían al caer la tarde, con sus cestos llenos de pescado, unas veces más que otras, pero nunca de vacío, el dios de las aguas siempre les daba lo que necesitaban y las gentes del pueblo eran respetuosos con aquellas aguas que cuidaban de ellos.

Casi pegada a la arena había una casita muy pequeñita, la puerta de la calle terminaba con un escalón de piedra, ya gastado por el uso y los años, que se adentraba en la arena, dorada y fina de la playa. Por las tardes, cuando Juan volvía del mar, gustaba de sentarse con su hijo allí, frente a la inmensidad del mar, a contemplar la puesta de sol.

Cada día la naturaleza les ofrecía un espectáculo irrepetible. Los colores cambiaban según la estación en la que estuviesen, si estaba nublado o no, según el estado del mar… pero el milagro siempre ocurría, el sol se retiraba formando una explosión de colores y luces que dejaba a su paso una estela de paz y serenidad que llenaba el corazón de los que se paraban a observarlo.

A Juan le gustaba echar el brazo por encima del niño y así juntitos se contaban los pormenores del día, todo lo que había acontecido en sus vidas durante aquellas horas de separación, pero durante unos momentos, aquellos en los que el sol se despedía y silenciosamente se adentraba en el horizonte, callaban y miraban, absortos hasta que la oscuridad comenzaba a reinar, entonces el padre le daba al hijo unas palmaditas en el hombro y le decía: ¡hala, vamos a cenar, que mañana hay que madrugar!

Aquel día el mar estaba un poco alborotado y las olas encrespadas hacían que el agua llegase cerca de donde estaban sentados dejando un camino de espuma. El niño, que tenía seis años, era curioso y siempre estaba haciendo preguntas a su padre. Preguntas que el hombre que jamás había ido al colegio, contestaba con el corazón, haciendo acopio de la sabiduría que el vivir le había ido concediendo. El niño, mirando las pequeñas gotitas de agua que se quedaban sobre la arena, le dijo muy serio a su padre: “papa, dime, nosotros ¿que somos?, ¿de donde venimos?, cuando morimos ¿donde vamos? El pobre hombre se quedo sorprendido, aquellas eran preguntas muy serias para un niño de esa edad, ¿que le podría contestar él, un pobre pescador sobre cuestiones tan complejas?, pero como le gustaba resolver siempre las dudas de su hijo, silencioso, miró el cielo hasta perderse en el horizonte, bajó la vista al mar y siguiendo las olas llegó hasta la orilla, donde las gotitas que se quedaban depositadas eran absorbidas por la arena, que volvía a ser bañada y alisada por la siguiente ola. Entonces, sin apartar la vista del horizonte, apretó al niño contra su pecho y le dijo muy serio: “Juanito, hijo, nosotros somos como el agua del mar, formamos parte de un gran océano que llamamos Dios, cada uno de nosotros somos una gotita de esa vasta inmensidad. A veces Dios nos permite separarnos y al igual que las gotitas de agua que traen las olas, nacemos y durante unos breves instantes, que nosotros traducimos en años, permanecemos en la playa, disfrutando de nuestra individualidad, nos mezclamos con la arena, nos escondemos entre las piedrecillas, brillamos con la luz del sol, y al final de nuestra vida, cuando hemos experimentado todas estas aventuras, las olas vuelven y nos arrastran hacia dentro, mezclándonos de nuevo con el mar, con Dios. A esa vuelta, los hombre le llamamos muerte, le tememos porque no queremos abandonar la seguridad de la arena, la aventura de la playa, pero en cuanto estamos otra vez sumergidos en el océano nos alegramos de volver a formar parte de él.”

Juan se quedó callado, preguntándose si su hijo habría entendido aquella explicación. Juanito rompió el silencio diciendo: ¿Sabes papá? Ahora sé que nunca estaré solo.

jdiana

sábado, 1 de diciembre de 2007

UN POCO DE LUZ ENTRE LAS SOMBRAS


Había comido y trataba de descansar un poco, recostada en el sofá. Al fondo, mi marido tenía la tele puesta y a mis oídos llegaban los ecos de las noticias de hoy. Pusiera la cadena que pusiera, en todas hablaban de los tres etarras que han cometido hoy un acto atroz en una ciudad de Francia. Han matado a un joven policía y herido gravemente a otro, ambos españoles, y en su huida han secuestrado a una madre y a su hijo.

Hoy en todos los hogares españoles se compadece a las victimas y se maldice a los asesinos. En toda España se llora por los afectados y se clama pidiendo justicia. De los labios de mi propio esposo escucho decir que “si ahora se les cogiera y se les pegara un tiro en la cabeza a los tres……”

No puedo evitar que se me encoja el corazón. Mi cuerpo se estremece de dolor. ¡Cuánta violencia y dolor hay en el mundo! Pero no puedo evitar sentir otro sentimiento… decepción. ¿Cuándo vamos a aprender que la violencia no genera más que violencia? ¿Cuándo vamos a aprender que el odio no se combate con más odio, sino con amor?

Hoy, cuando la mayoría de las voces que se escuchan, compadecen a las victimas y amenazan a los asesinos, yo no puedo evitar acordarme de las madres de esos pobres asesinos, del dolor que deben sentir en sus entrañas, porque si yo fuese la madre de uno de ellos, estaría aterrada de que una parte de mí hubiera sido capaz de hacer algo así.

No puedo evitarlo, mi corazón está lleno de amor, no puedo sentir odio por los asesinos, solo soy capaz de enviarles un poco de luz para iluminar su camino y rezar para que se den cuenta de que la violencia solo engendra violencia y el dolor solo trae dolor.

jdiana