miércoles, 7 de noviembre de 2007

EXPERIMENTANDO CON CERAS



Aquél día que maría Jesús me preguntó si me iba con ella a pintar al campo la idea me dio pereza, como siempre que me planteaba pintar en el exterior. Hay que acarrear caballete, óleos, pinceles… ¡un sinfín de bártulos! y todo para volver con el cuadro medio esbozado, la pintura fresca, las inevitables manchas de óleo…

No. Decididamente no me iría… pero ella me convenció, me dijo que pintaríamos con ceras, ella me enseñaría. Entonces pensé que era un nuevo reto, una experiencia que no me perdería. Quedamos para el día siguiente. Comeríamos pronto y saldríamos enseguida para aprovechar la luz de la tarde.

Al día siguiente nos fuimos al campo, ella me prestó un cartón, compartimos una caja de ceras Manley, y con un bote de aguarrás, servilletas de papel y una brocha disfruté pintando aquella tarde más que nunca en mi vida. Acostumbrada a otras técnicas, descubrí que con las ceras podía pintar con la rapidez de acrílico pero sin sacrificar brillos y conseguir la riqueza cromática del óleo sin el inconveniente que presenta éste al tener que esperar a que se seque la pintura para poder seguir pintando encima. Con las ceras puedes esbozar y crear volumen a un tiempo, y si no te gusta lo que sale, lo diluyes con unas gotas de aguarrás y papel y vuelta a empezar, y ¡quien sabe!, quizás con esta operación se cree algún efecto inesperado que resulte sorprendente. Es una técnica con la que puedes experimentar; con ella no te encuentras inhibiciones, puedes restregar, aclarar, e incluso borrar. Permite hacer lo que se te antoje, no hay criterios ni normas a seguir, es válido todo, desde difuminar con los pinceles o con el papel, incluso con las manos. Pintando sobre cartones resulta cómodo y barato, lo puedes arañar, dibujar, acariciar… en una palabra, te puedes entregar por completo a disfrutar pintando, permitiéndote incluso pelearte con los colores, y cuando acabas descubres que el resultado no lo habías ni siquiera imaginado.

Al final del día volví a casa con un bonito cuadro y la promesa de amor a las ceras que jamás después he traicionado.

J.DIANA

2 comentarios:

Diana Puig dijo...

Una historia que no solo explica una manera diferente de pintar, si no que enseña que cuando menos te los esperas o incluso cuando menos tienes ganas de hacer algo, descubres algo maravilloso, hay cosas que no se buscan, te llegan a ti...es la magia de la vida, un abrazo Josefina.

Angeles y Flores dijo...

Esta vez, has hecho que las ceras sean autentica poesia, bravo!! me has hecho reflexionar de que quizás las ceras... sean mi asignatura pendiente. un besazo